El encuentro en la intimidad es uno de los mayores regalos del matrimonio; recibirlo requiere mucha más entrega, mucha más valentía de la que pudimos imaginar. ¿Se atreven a descubrir cómo hacerlo?
Por Pilar Ochoa Mendez
Como maestra en el cuidado de la salud ginecológica y la fertilidad, he tenido la oportunidad de trabajar con decenas de parejas abordando un aspecto tan importante como intenso: la sexualidad.
Aunque se plantea con toda naturalidad, es común que surjan en consulta asuntos complicados en la dinámica de pareja. Temas que generalmente tienen poco que ver con el desempeño físico y casi todo con limitaciones ya sea en la comunicación marital, o bien en el conocimiento de la sexualidad. Porque parece que el sexo está en todo, ¿no crees?
BENDITOS DESACUERDOS
¡Qué bueno que estos temas salgan a colación! ¡Qué bueno que nos demos cuenta cuando algo no marcha bien! Porque el sexo sí es importante, resulta un elemento vital en una relación de pareja armónica, feliz.
El sexo es importante por la misma razón por la que puede resultar difícil: en la intimidad, que nos hace vulnerables, es donde dos personas que se aman se encuentran más profunda y plenamente.
El sexo nos vuelve vulnerables
Todos tenemos máscaras, son un mecanismo de adaptación y defensa normal en el ser humano: la máscara de estudiante, esposa abnegada o revolucionaria, profesionista exitoso o padre dedicado. Al igual que nuestra esencia y personalidad, cubrimos nuestros cuerpos con ropas que representan otro tipo de máscaras que nos abrigan y protegen.
Ambas máscaras, las físicas y las emocionales, deben caer en el encuentro sexual para que éste sea pleno. Y, al caer, nos hacen sentir tremendamente vulnerables.
Pensemos en una pareja que ha discutido: tal vez comenzó con un reclamo, el otro dio una respuesta cortante y ha llegado el punto en el que ambos se sienten lastimados. Se aman, sí, pero es mucho más difícil dejar caer la guardia cuando nos sentimos heridos, vulnerables.
En el matrimonio, cada uno lleva la tarea de reconocer estas vulnerabilidades no como un peligro sino más bien como un regalo, tanto más valioso cuanto difícil es entregarlo. Las heridas que solo en pareja se conocen, los miedos e inseguridades, se vuelven entonces fortalezas si nos atrevemos a compartirlas con quien amamos, con quien nos ama.
¿Es verdad que los hombres buscan más el encuentro sexual que las mujeres?
Hemos crecido con la idea de que el sexo es mayormente cosa de hombres, hombres que tienen que convencer con bastante dificultad a sus esposas para tener intimidad. ¿Suena familiar? Mucho ayudará comprender que el sexo es tan importante para los hombres no solo por la necesidad física, sino en gran medida porque representa el saberse deseados, aceptados y amados por su mujer en el nivel más profundo.
Cuando su esposa rechaza el abrazo íntimo, el marido siente un rechazo mucho más profundo de lo que ella podría siquiera imaginarse.
Después de un día pesado corriendo con los niños, revisando tareas escolares, cuidando mil y un detalles de casa, muchas mujeres lo único que desean es dedicar unos minutos a sí mismas, enfundarse en su pijama y recostarse con un buen libro.
Después de un día pesado corriendo con los niños, revisando tareas escolares, cuidando mil y un detalles de casa, muchas mujeres lo único que desean es dedicar unos minutos a sí mismas, enfundarse en su pijama y recostarse con un buen libro.
Es lo lógico, ¿no? No siempre, no para un esposo que añora encontrarse con esa mujer que ama, que a partir de ese encuentro recargará pilas para enfrentar al mundo la mañana siguiente. Los hombres necesitan saberse deseados particularmente en el plano físico, para saberse amados. Tal vez al aprender qué tan importante resulta para su esposo, muchas mujeres puedan dejar de lado uno o mil pendientes para dedicarse a un espacio que resultará valiosísimo para su pareja.
¿A las mujeres no les importa el sexo?
¡Nada más lejos de la verdad! ¿No será que, de no conocernos, los hombres esperan que las mujeres reaccionen ante el sexo como ellos, y viceversa? Hablemos, hablemos de todo. De nuestras vulnerabilidades y miedos, incluso en la intimidad. Acerca de en qué momentos nos resulta difícil acercarnos al otro, buscarle, recibirle. Cada uno tiene la tarea de reconocer que necesitamos de nosotros mismos y del otro.
Tanto como distintos son nuestros cuerpos de varón y mujer, distinta es nuestra visión del encuentro sexual. La mujer necesita saberse amada incondicionalmente, deseada. Una queja común en parejas es que el esposo “va a lo suyo”, mientras que la mujer necesita más tiempo: ser cortejada y seducida, casi tanto como cuando eran novios.
UN ENCUENTRO CONSCIENTE
Nunca terminaremos de conocernos, por más años que estemos casados. El proceso de seducción, entrega y encuentro no termina nunca. Apaguen el bendito teléfono. Mírense a los ojos, jueguen, hablen hasta cansarse.
Permítanse un espacio sin prisas, sin otra intención que estar juntos y disfrutar del regalo de la existencia del otro. Conózcanse, abrácense y hablen acerca de las cosas que les agradan o desagradan.
El encuentro en la intimidad es uno de los mayores regalos del matrimonio, recibirlo requiere mucha más entrega, mucha más valentía de la que pudimos imaginar.
¿Se atreven?
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