ARTE

miércoles, 10 de febrero de 2016

Chagall, tan divino como humano

La Fundación Canal de Madrid exhibe, hasta el 10 de abril, un centenar de obras gráficas del artista ruso, procedentes del Kunstmuseum Picasso de Münster



«Muelle de la Tournelle» (Vistas de París), 1960, de Marc Chagall
«Muelle de la Tournelle» (Vistas de París), 1960, de Marc Chagall - VEGAP, Madrid, 2016. Chagall




NATIVIDAD PULIDO

No era un hombre especialmente religioso, pero, paradojas de la vida, consideraba su obra maestra la serie que dedicó a la Biblia y que le costó 25 años terminar. Las salas de exposiciones de la Fundación Canal de Madrid (Mateo Inurria, 2) se han convertido en una sinagoga (Enrique Bonet firma este singular montaje, dividido en un atrio, una sala de oración, un sancta sanctorum y un cementerio) donde se exhibe un centenar de obras que recorren cuatro décadas de trabajo de Marc Chagall (Vitebsk, Bielorrusia, 1887-Saint-Paul de Vence, Francia, 1985), uno de los artistas más especiales que ha dado el siglo XX. Su obra, muy lírica y colorista, nos atrapa al mismo tiempo que nos intriga, pues está repleta de enigmas que no siempre sabemos descifrar. Visitando esta exposición podemos, pues, apreciar a la perfección la evolución de su técnica gráfica.

«Autorretrato en la ventana», 1957, de Marc Chagall
«Autorretrato en la ventana», 1957, de Marc Chagall- VEGAP, Madrid, 2016. Chagall
La muestra está centrada en su obra gráfica (aguafuertes, xilografías y litografías), en la que se centró tras la II Guerra Mundial. Todos los fondos proceden del Kunstmuseum Picasso de Münster (Alemania), cuya conservadora jefe, Ann-Katrin Hann, es la comisaria. No es casual que un museo con el nombre de Picasso dedique tanta atención a Chagall. Ambos artistas fueron unos magníficos grabadores: concedieron al grabado una gran relevancia en sus carreras. Chagall llegó a hacer más de mil litografías. «Al sostener en la mano una piedra para litografía o una plancha de cobre pensaba que estaba tocando un talismán», decía el artista ruso, a quien se le ha llamado «el Picasso judío». Picasso admiraba mucho su trabajo: «Cuando Matisse muera, de los pintores sobrevivientes Chagall será el único que entienda lo que es realmente el color». Como siempre, el malagueño daba en el clavo. El color no era marginal en su trabajo, es uno de los protagonistas de la producción chagalliana: sus rojos, verdes, azules, amarillos intensos juegan un papel clave en sus obras, al igual que ocurrió a todos los pintores fauvistas.

«Paisaje azul», 1958, de Marc Chagall
«Paisaje azul», 1958, de Marc Chagall- VEGAP, Madrid, 2016. Chagall
En medio de tanto fanatismo yihadista, de extremismos islamistas, Chagall hablaba de la libertad de todas las religiones, como llegó a escribir en una pieza instalada en una iglesia de Francia. Toda una lección de tolerancia. Para Chagall, lo humano y lo divino no estaban tan lejos y así lo constató en sus obras. Una idea que da título a la exposición, «Chagall. Divino y humano» y que se aprecia desde la primera sala, en la que figuras bíblicas como David y Betsabé conviven con imágenes de amantes mundanos, y utiliza edificios de su amado París (una ciudad en la que residió durante tres periodos de su vida y donde siempre fue feliz, afirma la comisaria) para pintar símbolos religiosos. Consideraba la Biblia «un drama mundano» y éste «una parábola religiosa».

«Los amantes de la Torre Eiffel», 1960, de Marc Chagall
«Los amantes de la Torre Eiffel», 1960, de Marc Chagall- VEGAP, Madrid, 2016. Chagall
En el atrio y la sala de oración de esta particular sinagoga cuelgan 65 obras por donde desfilan acróbatas, payasos, acróbatas, animales fantásticos, monumentos de París, amantes... y él mismo. En una pared vemos unos preciosos autorretratos. En uno de ellos se pinta en su estudio con un ángel, un pájaro y un buey. Se veía, como confesó a su esposa, «como un Cristo crucificado, clavado con los clavos al caballete». Sus obras de temática religiosa están muy relacionadas con Rembrandt, uno de los mayores genios del grabado en la Historia del Arte y un artista al que Chagall veneraba. Se inspiró en el maestro holandés en muchos de sus aguafuertes.

El sancta sanctorum es la sala donde cuelgan 20 de los 105 aguafuertes que componen la serie que Chagall dedicó a la Biblia y que fue muy criticada por la forma en que abordó este tema. Fue un encargo del editor Ambroise Vollard. De nuevo, otra conexión con Picasso, pues Vollard también hizo encargos al artista español, como la suite que lleva su nombre. Chagall quiso, antes de comenzar tan magno proyecto, viajar por los lugares sagrados, como Palestina. Pero también viajó a España, donde entró en contacto con la pintura del Greco, que le fascinó. Pero el interés de Chagall por la Biblia iba mucho más allá de lo meramente religioso. «La Biblia es para mí pura poesía, una tragedia humana. Es poesía comprometida», reconocía. Quiso hacer estos aguafuertes en color, pero sólo hay algunas ediciones coloreadas.

«Los tres acróbatas», 1957, de Marc Chagall
«Los tres acróbatas», 1957, de Marc Chagall- VEGAP, Madrid, 2016. Chagall

El recorrido acaba en la sala abovedada de la Fundación Canal, que hace las veces de un cementerio judío, que acoge otro encargo que le hizo Vollard a Chagall: ilustrar «Las almas muertas», de Gógol (1842), un poema épico en prosa. Más que un libro, es un icono de Rusia. En él, el escritor esboza un crítico retrato de la sociedad feudal terrateniente de la Rusia del siglo XX. Pese a que Chagall se sentía realmente feliz en París y que su vida en Rusia fue muy dura, nunca perdió su amor por Rusia. En 1927 regaló a la galería Tretiakov de Moscú una serie de «Las almas muertas» con esta dedicatoria: «Con todo el amor de un pintor ruso a su patria». Chagall pasó el final de su vida en la Costa Azul francesa. Concretamente, en Saint-Paul de Vence, donde está enterrado. Hay un museo con su nombre en la vecina Niza. La exposición permanecerá abierta hasta el 10 de abril.

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