ARTE

martes, 17 de febrero de 2015

Dufy, entre el goce y la angustia










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Etiquetado por muchos como un pintor fauvista y un exaltador de la alegría de vivir a través del arte, el francés Raoul Dufy (El Havre, 1877-Forcalquier, 1953) fue mucho más que un devoto de los tonos vivos no naturalistas, un auténtico maestro en la iluminación del color. Bajo el título de Raoul Dufyla Fundación Thyssen le dedica una detallada exposición en la que a través de 93 obras se muestran sus momentos esenciales. Desde sus primeros pasos del impresionismo al fauvismo, su periodo constructivo próximo al cubismo, los años centrados en la estampación de tejidos y adorno de cerámicas y su etapa de madurez, en la que se convierte en un maestro admirado en todo el mundo. La muestra, que ha contado con la colaboración de la Comunidad de Madrid, permanecerá abierta hasta el 17 de mayo.
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Cuenta Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, que durante mucho tiempo, Dufy fue estudiado como uno más de los elegidos que forman parte del panteón de los grandes maestros. Se le situaba al mismo nivel que a Derain, Braque o Modigliani. Después, por las leyes implacables del paso del tiempo, como decía Theodor Adorno, fue expulsado de la cima. Cree Solana que hay dos causas. La primera tiene que ver con una edad que le hizo llegar un poco tarde a todo. El segundo handicap tiene que ver con la definición que de su pintura hizo en 1946 Gertrude Stein: “Dufy es el placer”.
Esa alegría y agrado que desprenden sus obras al ser contempladas jugaron en su contra en unos años en los que se impuso la reflexión y la angustia. “Aquí mostramos a un pintor con esa misma alegría, pero más matizado, incluso melancólico. El goce está ahí y es inagotable, por su color y por su forma de desplegar los pigmentos sobre la tela, con tanta delicadeza que a veces parecen acuarelas. Este proyecto pone al día el valor auténtico de Raoul Dufy”.


El comisario, Juan Ángel López-Manzanares, conservador del museo, explica que en el germen de la exposición está el hecho de que nada menos que cuatro de las obras incluidas son propiedad de la colección Carmen Thyssen, que se exhiben en la pinacoteca como préstamo desde 2004, una situación que, según dijo la baronesa durante la presentación, “sigue sin novedades”, aunque el plazo concluía este febrero. El resto de las obras procede de colecciones públicas y privadas de todo el mundo, 36 de ellas del Centro Pompidou de París.
La exposición incluye 36 piezas prestadas por el Centro Pompidou
La exposición Raoul Dufy arranca con obras impresionistas, un movimiento del que este artista se definió como heredero, aunque se consideraba incapaz de calcar la naturaleza. A las escenas de muelles y mercados pintadas en Normandía y Marsella le suceden sus aproximaciones a la obra de Matisse, un descubrimiento que hace en el Salón de los Independientes de 1905 y que trastoca su concepción de la pintura.
El periodo constructivo recoge su aproximación al cubismo a partir de la obra de Cézanne. Sus líneas octogonales y formas simplificadas las llevó a sus famosas escenas de embarcaciones. De este periodo forman parte el conjunto de dibujos y esbozos que realizó para ilustrar El Bestiario, de Guillaume Apollinaire, considerada una de las primeras obras maestras del género del libro de artista. Dufy se inspiró en obras medievales y renacentistas para crear un imaginario lleno de elementos paganos y cristianos destinados a descifrar el significado de la obra del escritor.
Esos trabajos como ilustrador le sirvieron de antesala para su actividad más conocida y rentable: la de diseñador de tejidos junto al modista Paul Poiret y la decoración de objetos de cerámica con bañistas, animales y conchas.
En sus años de madurez, entregado a la luz del color, se alía con la pura belleza y la música para realizar su obra más personal. Inmovilizado por una enfermedad, Raoul Dufy decidió llevar a sus telas la belleza que no encontraba en su vida personal y dio paso a sus cuadros más deslumbrantes.





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